Sirley Ávila León

* 1959

  • “A los 11 días me dijeron ‘Ya no puedes estar más aquí, estás de alta’. El médico me firmó el alta. Mi familia quería llevarme para La Habana y, le pedí un resumen de la historia al médico y lo que dio fue un papel que no decía nada. Que había tenido heridas, machetazo y que ya estaba sana y curada de todo, oye, sin poder caminar ni moverme, ni nada. Los médicos en La Habana no aceptaron eso, más de tres oportunidades me quejé a la Fiscalía general, a la Fiscalía provincial a la general, me quejé a la Dirección Provincia de Salud Pública por el trato que había recibido y por las cosas me estaban pasando. Nunca tuve respuesta de ninguno. De ningunos de ellos tuve respuesta. Después en la parte, como le dije a los 11 días, me llevaron para mi casa y gracias al apoyo de los vecinos, que me acomodaron una cama más o menos ahí y ya le digo con trozos de palo, pedazos de madera levantaban el colchón ahí, para poderme alimentar, porque yo estaba completamente inválida. A los tres meses estando inválida ahí en la cama, estuve diez meses inválida, me llamaron por teléfono que se estaba celebrando el juicio. Un viernes por la tarde, que el lunes por la mañana se celebraba el juicio al atacante, él que me había hecho esto. Digo ¿’Por teléfono? ¿Esto? Si yo no puedo caminar, yo estoy inválida’. Se presentaron el día 28 de septiembre que celebraron el juicio, esto fue el 24 de mayo por la tarde, el día 28 de septiembre celebraron el juicio al hombre, sin mi presencia, sin la oportunidad de que ninguna familia mía participara, ni nada. Se aparecieron a mi casa por el medio día, la presidenta del tribunal, el abogado defensor de él, el fiscal que supuestamente debía de defenderme, una jueza, la secretaria de la sala a que, si y quería decir algo, pero que el juicio ya se había celebrado. Digo ¿’Cómo se va a celebrar el juicio sin mi presencia, sin nada? Miren el tiempo que llevo así’. ‘No, si quieres, habla, sino, ya el juicio se celebró’. Yo ahí tengo la sentencia, un hombre que había sido sancionado en tres oportunidades, ahí dice nada más, según los vecinos de él había sido preso por cinco veces, era un preso común que lo mandaron a que me asesinara”.

  • “Ya cuando yo salgo del cuarto de desahogo, él tiene un machete en la mano que, yo no le había visto, un machete que el filo reblanqueaba, que estaba bien amulado. Dice ¿’Para qué tú quieres mango? Ni quieres nada si ahora mismo te voy a matar’. Y ahí mismo saca el machete y me tira el primer machetazo a la cabeza. Y le pongo la mano, yo sin nada en la mano, ya venía en las chancletas y le pongo la mano. Y me llevó la mano completa del primer machetazo. Me vuelve a tirar y me defiendo con este brazo. Pero cuando me tira se mira el machete, parece en el aire y me partió el brazo, me lo fracturó el redondo el hueso completo, pero no me cortó la carne por fuera. Hace dos años de eso y todavía tengo la cicatriz del golpe del machete ahí, la marca del golpe del machete ahí. Y me partió la mano este entonces, no la podía levantar, me volvió a tirar y levanté el hombro, me cortó el hombro aquí a la altura del cuello, una herida de diez centímetros más o menos. Y entonces me tira a las dos rodillas. Me dio un machetazo en la rodilla derecha que me cortó los tendones, me fui para atrás y caí sentada en el pie. Cuando estoy en el suelo, me volvió a cortar la rodilla, entonces me cortó la rodilla izquierda, me dio un machetazo en la rodilla izquierda, me volvió a tirar otro machetazo en la rodilla izquierda, me dio dos machetazos en la rodilla izquierda yo estando en el suelo y, me volvió a dar otro machetazo en la rodilla derecha. Es decir que me desprendió completamente, no me arrancó de a viaje la pierna, pero la rodilla se veía como estaba el pie doblado que había caído yo arriba del pie, rajado el hueso y todo completo. Ahí se paró, cuando me volvió picar las rodillas y dice ‘Ahora te voy a picar la cabeza’. Según me contaron después, porque yo estoy en el suelo ahí en un hueco donde habían estado los puercos ahí al lado de la casa, que no tenía visibilidad para mirar para fuera de la casa para nada. Dicen que la señora que estaba de vista de ellos ahí, amiga de ellos, que era de la ciudad de Las Tunas salió corriendo para el camino a pedir auxilio. En ese momento que él dice ‘Ahora te voy a picar la cabeza’, yo miré para el cielo, que estaba ahí tirada en el suelo enfrente, digo ‘Dios mío, si es lo que merezco, voy a morir con dignidad’. En ningún momento ni me quejé, ni dije ay, ni nada. Fue tan rápido todo también que, ni tuve tiempo de nada”.

  • “Me llegaron elegir la presidenta provincial del Partido Republicano, y sin ningún tipo de recursos, ni nada, como siempre había trabajado con mis recursos propios, empecé a visitar todos los barrios. Todos los barrios, principalmente los barrios campesinos, y los barrios municipales. Empecé a organizar la oposición, hice varias células, me reuní con varias personas, pidiendo apoyo a la vez en el mismo municipio, en los barrios campesinos también que me conocían, todo el mundo, y que todo el mundo colaboraba conmigo y estaban dispuestos ayudarme, desde la posición de delegada del Gobierno. No puedo decir que, en todos los barrios siempre había alguien opositor, pero no. Yo a la ayuda la buscaba, que fuera de forma comunitaria, desde las organizaciones del Gobierno del estado. Qué conocieran la verdad, qué me conocieran a mí. Buscaba ese apoyo siempre de todas las personas del barrio, que digo que es la mejor forma de reclamar derecho - con las personas que te conocen, con las personas que saben tu ideología, que conocen que es verdad lo que estás diciendo”.

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    Miami, 26.05.2017

    (audio)
    duration: 02:43:22
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Dios no permitió que me muriera, me cuidó la vida

Sirley Ávila León / Miami / 2017
Sirley Ávila León / Miami / 2017
photo: Post Bellum

Sirley Ávila León nació en 1959 en Las Tunas en la República de Cuba. Creció como pionera dentro de una familia propietaria de terrenos agrícolas y de una finca. Fue integrante de la “Unión de Jóvenes Comunistas”, confiando en el Gobierno cubano y sus dirigentes. A finales de los años ochenta, cuando murió su padre y se enfermó su madre, empezó a dirigir la finca en Limones en el municipio Majibacoa, donde se percató de las críticas condiciones de los campesinos e intentó apoyarlos como delegada del Poder Popular. Sin embargo, las Asambleas Estatales rechazaron sus sugerencias de mejora y negaron la apertura de nueva escuela en la zona, necesaria debido a la extrema lejanía de las existentes. Pese a los obstáculos, Sirley no cejó su objetivo y con el apoyo de los campesinos la construyeron. En 2010 el Gobierno cerró la escuela, y la Seguridad del Estado inició el embate contra Sirley. Convencida de que los derechos proclamados en la Constitución deben de aplicar para todos, se integró en 2012 a la oposición. Los ataques hacia su persona culminaron en mayo de 2015, cuando el obrero contratado para cuidar la finca intentó a matarla, dejándole con secuelas de por vida, la mutilación de una mano e incisas en el hombro y ambas rodillas. Sirley se quedó diez meses inválida, hasta que en 2016 sus amigos y activistas del movimiento opositor lograron trasladarla a los EEUU, para que recibiera atención médica. Sirley reside en Miami, diariamente se preocupa por la vida de su hijo y su familia en Cuba. Participa en conferencias internacionales, con el objetivo de difundir por todo el mundo el porqué de la lucha por derechos humanos en Cuba y de qué es capaz un régimen totalitario.