Hasler Iglesias

* 1991

  • “Cuando cruzamos el río, alguien pregunta, y me dicen que aún no estamos en Colombia, que falta bastante. Comenzamos a caminar por una zona muy pobre, con casas de cartón, de madera, donde transitaba mucha gente. No era un lugar escondido que tuviésemos que ir callados. Iba mucha gente de ida, mucha gente de venida. La gente en sus ranchos, como llamamos estas casas autoconstruidas, incluso vendía cosas, vendían refrescos. Digamos que su sostén económico era venderle comida a los migrantes que pasaban por ahí y a las personas que trafican también todo – vi desde tráfico de Coca-Colas, que llevaban Coca-Colas de Colombia a Venezuela, porque en Venezuela en esas zonas quizás no llegaban. Y no lo vi pero estoy seguro de que también hay tráfico de armas y drogas por esas vías. Luego llegamos a un punto donde yo veo a dos militares, que en esa zona uno no sabe si son militares venezolanos, si son militares colombianos o si son guerrilla colombiana. Cuando les veo en el uniforme la bandera de Venezuela, claro, estamos hablando de seis meses después de mi acusación original. Entonces digo bueno, por un lado, con mi tapabocas estoy intentando estar disimulado lo más posible, y por otro lado, para que esta gente me reconozca, tienen que saber quién soy, y acordarse seis meses después de que estoy bajo búsqueda y captura. Ellos no estaban preocupados por nosotros, se compraron un refresco en una de las casas, recuerdo que pasamos por ese lado y en la casa detrás había una especie de alcabala, de punto de control, administrado por la guerrilla colombiana. Te estoy hablando de que el ejército venezolano está al frente en una casa y en la parte de atrás de la casa está la guerrilla colombiana, y ellos saben de qué están ahí, y los dejan operar sin ningún problema. Esta guerrilla colombiana nos revisa el equipaje como si fuera una terminal de pasajeros. Y recuerdo que cobraban. Si tú tenías una tablet, te cobraban 20 dólares por dejártela pasar. Si tú tenías una laptop, te cobraban por dejártela pasar. Luego les pregunto a los muchachos que nos guiaban por qué cobran. Y dicen: ‘Es que ellos no pueden permitir que nadie trafique drogas aquí, porque ellos son los únicos que trafican drogas. Entonces te revisan el equipaje para ver que tú no lleves drogas. Nos revisaron a las ocho personas que íbamos, cinco adultos y tres niños, y ahí sí cruzamos finalmente el puente que vae a Colombia. Digo puente, es un río, y sobre este río se apilaron un montón de piedras y les pusieron unas tablas de madera. Y ese es el puente que hay, autocostruido, con pleno conocimiento del ejército venezolano, y luego me di cuenta de que del colombiano también, de que hay un paso irregular entre ambos países, y va y viene mercancía y va y viene gente todos los días. Yo finalmente llego a Colombia y fue un alivio. Primero de ver cómo la policía le caía a estos primeros compañeros en el taxi, luego ver cómo el ejército estaba, luego ser revisado por guerrilleros colombianos. Pues finalmente estar en Colombia era como: bueno, aquí ya no voy a caer en las redes del régimen."

  • “Estábamos todos en nuestras casas [durante la pandemia de COVID-19], ni mucho menos distribuir armas ni nada. Me dicen: ‘Te están culpando de esto, van a emitir una orden de captura, tienes que irte de donde estás.’ Yo recuerdo que colgué, le dije a mi mamá que estaba en la cocina al lado. Le digo: ‘Mamá, Jorge Rodríguez [presidente de la Asamblea Nacional] me está acusando de algo, van a sacar una orden de captura, me tengo que ir.’ Ella prende el televisor, yo me voy a mi cuarto, agarro en un bolso lo poco que considero que necesitaba: un par de ropa interior, una franela, recuerdo haber metido una Biblia, un rosario, mi teléfono, al cual después de ese momento le saqué el chip, lo usé para las comunicaciones estrictamente necesarias de ver adónde me voy a ir, datos a través de una VPN para no ser rastreado, algún libro, cepillo de dientes, lo básico. Una cosa en cuestión de diez minutos, llévate lo que puedas y sal de tu casa, sin saber adónde vas. Cuando vuelvo a pasar por la cocina, veo a mi mamá llorando, porque no es lo mismo que yo le diga, ella se quedó en ese momento como ¿QUÉ? Pero ya ella ve en televisión en vivo al presidente de la Asamblea Nacional mostrar como si yo fuera un delincuente, una lámina donde aparece mi foto. Además, la prueba que usaron, era WhatsApp en la que supuestamente hablaba yo con Leopoldo López, el líder de mi partido, que en ese momento estaba exiliado en España, coordinando las acciones de sabotaje o desorden público, como ellos lo llaman. Primero es falsa y segundo ellos decían que la habían sacado del teléfono del diputado, cosa que es imposible que tú en un teléfono de un tercero encuentres una captura de pantalla del teléfono de otras dos personas. Mi mamá se pone muy nerviosa, le toca la puerta a una vecina y le dice lo que está pasando. Yo todavía estaba en el corre, que no se te olvide nada, verifica quién te va a venir a buscar. Yo, en mi momento de mayor actividad política había considerado un escenario como ese, que hubiese alguna detención, y en algún momento hemos montado un protocolo de actuación. Qué pasa es que eso lo habíamos hecho con mi equipo en la universidad, el cual, pues, muchos ya se habían graduado, ya no estaban en el país. El protocolo no estaba vigente. Bueno, el fulanito te va pasar a buscar en un carro, no sé quién va a llamar al abogado tal, te vamos a llevar a tal sitio. Todo eso. Yo tenía en mente los pasos a hacer pero no estaba el equipo logístico para implementarlo. Entonces le escribí a un amigo periodista que me pasara a buscar y dónde. Yo no iba a tener el teléfono, bueno, nos vemos a tal hora en tal sitio. Eso fue lo último que yo hablé por teléfono con VPN, luego le saco el chip, la SIM card, y me voy. Recuerdo que el momento más duro de ese día y de todo ese proceso fue cuando me despido de mi mamá, dándole ese abrazo que no sabes cuándo le darás el siguiente, ella llorando desconsoladamente. Porque sabíamos cantidad de casos similares que habían comenzado igual y que habían terminado con años de cárcel, con torturas, incluso con asesinatos, bajo custodia del estado. Yo la abrazo y le dije: ‘No se preocupe, que todo va a estar bien.’ Pero lo dices como que te sale pero no tienes ni idea de si todo va a estar bien.”

  • “La mayoría de las veces en nuestras manifestaciones no había nadie encapuchado. Sí es verdad que en los últimos años, la radicalización de la población era cada vez mayor, la desesperación era cada vez mayor. Y sí es verdad que a mí me tocó tratar con encapuchados de nuestro lado, que en alguna medida apoyaban nuestra causa, estoy seguro de que muchos de ellos eran infiltrados, que eran enviados para generar violencia para acusarnos a nosotros, pero también había muchos, y hay que decirlo, que no eran infiltrados, que verdaderamente creían en lo mismo que creíamos nosotros, pero su método de lucha era usar la violencia o la agresión a los cuerpos de seguridad. Más de una vez me tocó, en plena manifestación, soltar el megáfono y acercarme y pedirles: ‘Mira por favor, quítense la capucha, nosotros no la usamos porque aquí no estamos cometiendo ningún delito.’ Y yo ¿por qué tengo que cubrirme la cara si no estoy cometiendo ningún delito? Y ojo, con toda la realidad decían: ‘Pero si salimos en el noticiero, nos pueden identificar y podemos tener represalias contra nosotros. Y yo decía: ‘Sí, es parte del costo que estamos asumiendo.’ Pero los que están haciendo el mal son ellos, no somos nosotros. Si alguien honesto que sabe que no está cometiendo el mal, no tiene por qué esconderse. /// Pero al final, yo creo y estudié mucho y leí mucho sobre la acción estratégica no violenta. Cuando tú te enfrentas a un régimen de estos, y usas la violencia, les das la legitimidad para atacarte. Pierdes tu propia legitimidad ante la comunidad internacional, ante la prensa, ante quienes te pudieran defender. Porque lógicamente un disturbio violento en cualquier país del mundo es neutralizado con la fuerza del estado, eso no es un secreto para nadie. Pero cuando una manifestación eminentemente pacífica es atacada sin justificación por el estado, eso sí genera el rechazo de toda la población y el apoyo a los manifestantes.”

  • "En el caso de Venezuela es vender los únicos 40 años de democracia que tuvo Venezuela como un período de opresión, como un período de corrupción y como un período de retraso. Cosa que es negar la realidad. O es vender la realidad como algo completamente distinto. O sea, el período en el que hubo más libertades sociales, en el que creció más la economía, en el que se internacionalizó más el país, las grandes autopistas, hospitales, escuelas y edificios públicos fueron construidos en esa época. Pero la narrativa del chavismo era que esa época de los 40 años de democracia, que ocurrieron gracias a un pacto entre partidos, entre la social democracia y la democracia cristiana, excluyendo al partido comunista, ellos dicen que esa exclusión del partido comunista generó una oligarquía, y que ellos llegaban como los salvadores del pueblo para liberarlo de esa oligarquía, haciendo muchas similitudes con la independencia de Venezuela, que a lo largo de nuestra historia ha sido usada por todos los que tienen el poder y quieren justificarse en alguna medida, se amparan en la figura de Simón Bolívar o de otros de los libertadores. Entonces Chávez comienza a venderse como un segundo Simón Bolívar, como el libertador de los pobres, como el que va a sacar a los que han hecho tanto daño, etcétera. Hoy lo escriben los libros de historia de la educación pública venezolana. Se habla de la historia contemporánea de Hugo Chávez como la Quinta república venezolana. Como si fuera desmontar la historia y venderla de otra manera.”

  • "Recuerdo esa noche cuando Chávez sale del poder [en abril 2002 por 47 horas], un gran júbilo en el edificio, los vecinos gritando, o sea, bastante alegría. Y también recuerdo a los dos o tres días cuando los militares regresan a Chávez al palacio presidencial, escuchar, ya no en el edificio, sino en los barrios del alrededor, los cánticos de ‘volvió, volvió, volvió’, celebrando el retorno de Chávez. Entonces ya te comenzabas a dar cuenta de que había algo más allá de la burbuja, en la que tú no vivías, de que había gente que en verdad apoyaba a ese señor. Al punto de que, si salían de su ventana gritando, pues tú lo escuchabas en tu casa de manera contundente. Yo creo que, de ahí en adelante, ya eso con 10 años, la política no desapareció de mi vida.”

  • Full recordings
  • 1

    Praha, 15.10.2023

    (audio)
    duration: 02:42:59
    media recorded in project Memory and Conscience of Nations
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Intentaba que en mi retina se quedara grabada Venezuela, porque no sabía si era la última vez que la iba a ver.

Hasler Iglesias, Praga, 2023
Hasler Iglesias, Praga, 2023
photo: Post Bellum

Hasler Iglesias (nombre completo Hasler Iván Iglesias Yañez) nació el 18 de diciembre de 1991 en Caracas, Venezuela. Su padre era de ascendencia española, su madre colombiana, y de ambos heredó sus nacionalidades, lo que luego le permitió huir de Venezuela. Cuando Hugo Chávez fue elegido presidente en 1998, la Venezuela desarrollada se convirtió gradualmente en un país en crisis, que culminó en 2002 con varios intentos de golpe de Estado, altas tasas de criminalidad y malestar general de la sociedad venezolana. En febrero de 2002, un grupo de ladrones armados irrumpió en el mercado donde la madre de Hasler tenía su propia tienda y su padre la ayudaba, y el padre de Hasler murió a causa de una herida de bala. Dolido por la pérdida de su padre, Hasler recurrió a los movimientos juveniles católicos, donde empezó su deseo de una carrera política para cambiar la situación en Venezuela. En 2009 se graduó del prestigioso colegio privado La Salle y luego pasó a estudiar ingeniería química en la pública Universidad Central de Caracas, que siempre ha sido un hervidero de ideas y movimientos. En el primer año de sus estudios se convirtió en secretario general de estudiantes y en el segundo año en Presidente del Centro de Estudiantes de la Escuela Básica de Ingeniería, puesto en el que permaneció hasta el siguiente período electoral en 2011. En 2015-2017 fue elegido Presidente de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad Central de Venezuela, el cargo más alto que pudo alcanzar. Se graduó hasta en diciembre de 2018 debido a las frecuentes huelgas de profesores y personal administrativo de la universidad. Aún antes de finalizar sus estudios universitarios, en 2016, participó en un encuentro sobre derechos humanos en Venezuela en la sede europea de las Naciones Unidas en Ginebra, y un año después se unió al partido político opositor Voluntad Popular. En 2021, durante la pandemia de COVID-19, dedicó sus esfuerzos al proyecto de agua potable - Agua Segura. Un día, un miembro de la Asamblea Nacional de Venezuela lo llamó y le informó que acababa de ser acusado en la televisión de contrabando de armas. Hasler se tuvo que ir inmediatamente y permaneció escondido durante los siguientes seis meses, hasta darse cuenta de que el exilio era inevitable. Cruzó la frontera a Colombia y de allí voló a Suiza gracias a una beca obtenida en sus estudios de posgrado en administración pública. Posteriormente se trasladó a España, donde reside actualmente. Es líder del movimiento juvenil del partido político Voluntad Popular, miembro de la Red Latinoamericana Jóvenes por la Democracia y director ejecutivo del Foro Permanente de Juventudes de Venezuela.