The following text is not a historical study. It is a retelling of the witness’s life story based on the memories recorded in the interview. The story was processed by external collaborators of the Memory of Nations. In some cases, the short biography draws on documents made available by the Security Forces Archives, State District Archives, National Archives, or other institutions. These are used merely to complement the witness’s testimony. The referenced pages of such files are saved in the Documents section.

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Emelina Núñez (* 1947)

La prisión arruinó mi vida

  • nacida el 27 de marzo 1947

  • su padre era un campesino que no temía luchar contra el régimen, y Emelina lo ayudaba valientemente

  • Emelina, su hermano y su padre fueron arrestados

  • con tan solo 16 años, Emelina fue condenada a 21 años de prisión, y su padre a 30 años

  • en la cárcel vivió un verdadero infierno que marcó toda su vida

  • la prisión también dejó huella en su padre, quien tras su liberación era una persona completamente diferente

  • después de cuidar a sus padres en Cuba, Emelina se mudó a Miami

  • a pesar de su difícil destino, sigue creyendo que algún día Cuba será un país libre

“El comunismo es monstruo con mil cabezas, el comunismo es el no tener vergüenza, no tener dignidad, no tener nada que pueda basarse en cosas de principio porque yo lo he vivido de cerca y lo conozco bien y verdaderamente lo único que he podido era sufrirlo”, relata Emelina Núñez que pasó 21 años en las prisiones cubanas.

Emelina Núñez nació el 27 de octubre de 1947 en Cuba, en el seno de una familia humilde. Sus padres, Lorenzo Núñez y Bonifacia Hill, eran personas trabajadoras y solidarias. Su padre, carpintero de oficio, no solo construía muebles, sino que también dedicaba su vida a ayudar a los campesinos. “Mi papa era un hombre que dedicaba su vida más al público que a él porque siempre estaba ayudando a todos los campesinos”, recuerda Emelina. Su crianza estuvo marcada por los valores de la honestidad, la lucha y el compromiso con los demás.

Desde temprana edad, Emelina fue testigo de las injusticias que se vivían en su país. Junto a su padre, se opuso al régimen que oprimía a los cubanos. “Nosotros estábamos en contra del sistema, que estaba haciendo daño en nuestra patria, y mi padre cayó preso. Y entonces le echaron 30 años de cárcel”, relata. Para ella, acompañarlo en su lucha era un deber y una manera de protegerlo: “Yo pensaba que si yo andaba con mi papá, a mi papá no le iba a pasar nada”. Sin embargo, su destino fue otro. A los 16 años, fue arrestada junto a su padre y su hermano. Su padre fue condenado a 30 años de prisión, y ella, a 21 años. “Caí presa porque estaba colaborando con mi papá”.

La cárcel es un hipódromo de asesinato y de crueldad

La prisión fue un infierno para Emelina. “Los primeros días que yo pasé en la cárcel fueron rejas y calabozo, gritos, fuerza de gente con deseos de hacer daño, golpes”, describe con dolor. Pasó sus años más jóvenes en celdas frías y rodeada de violencia. Fue testigo de humillaciones constantes y de la crueldad de sus carceleros. “Nos trataban con brutalidad. Nos metíamos en el agua cuando estaba lloviendo, aunque estuviéramos muriéndonos de frío”. También tuvo que trabajar en granjas y en otras labores forzadas, mientras la falta de atención médica y las condiciones inhumanas dejaban secuelas imborrables en su cuerpo y en su alma. “La cárcel no es suave. Nunca la cárcel es suave. La cárcel es un hipódromo de asesinato y de crueldad”, denuncia Emelina.

El dolor no solo se limitó a ella. Su hermano, también encarcelado, murió en prisión por falta de atención médica. “Mi hermano tenía problemas de salud, pero lo dejaron morir en la prisión sin darle ayuda. Se murió como no se lo merecía”. Su padre, después de años de maltrato y privaciones, salió de la cárcel como un hombre completamente distinto. “A mi papá le hicieron mucho daño. Lo golpearon mucho, le destruyeron la vida. La cárcel es el cementerio de los vivos”.

Salí del infierno, pero no terminaba la historia

A pesar de todo, Emelina encontró la fuerza para seguir adelante. Tras su liberación, permaneció en Cuba para cuidar de sus padres envejecidos. Solo después de su fallecimiento emigró a Miami, donde intentó reconstruir su vida. Sin embargo, las cicatrices emocionales y físicas permanecen. “Salí del infierno, pero no terminaba la historia”, dice, recordando los años de represión que vivió incluso después de la prisión. Hoy en día, sigue creyendo en un futuro mejor para Cuba. “El comunismo es un monstruo con mil cabezas”, afirma con firmeza. “Pero algún día, en algún momento, en alguna circunstancia, habrá alguien que destape esa caja de Pandora y le enseñe al mundo dónde están las bestias”. Su testimonio es un grito de resistencia y una advertencia para el futuro. A pesar de las pérdidas, del dolor y de las décadas de sufrimiento, su deseo sigue intacto: “Yo lo único que quiero es que mi patria sea libre”.

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