The following text is not a historical study. It is a retelling of the witness’s life story based on the memories recorded in the interview. The story was processed by external collaborators of the Memory of Nations. In some cases, the short biography draws on documents made available by the Security Forces Archives, State District Archives, National Archives, or other institutions. These are used merely to complement the witness’s testimony. The referenced pages of such files are saved in the Documents section.

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Humberto Eladio Real Suárez (* 1968)

Mi decisión fue tomar armas, pero no dejo de reconocer los que luchan pacíficamente, son valientes también y enfrentan el peligro de muerte

  • Nació el 18 de febrero de 1968 en Matanzas.

  • Se lanzó al mar en una balsa y llegó hacia Estados Unidos en 1991.

  • Tras haber recibido entrenamiento militar se unió a un grupo de infiltración a Cuba con el objetivo de crear un foco guerrillero en la Sierra del Escambray en 1994.

  • Los integrantes del grupo fueron detenidos y juzgados en Cuba.

  • Humberto fue condenado a muerte, siendo su pena conmutada más tarde a 30 años.

  • Al final cumplió más de 28 años de prisión, convirtiéndose en uno de los presos políticos que más tiempo pasaron encarcelados en todo el hemisferio occidental.

*** český příběh uveden po španělském originále ***

Humberto Eladio Real Suárez nació el 18 de febrero de 1968 en la ciudad de Matanzas que se encuentra en la costa septentrional de la isla, a unos cien kilómetros de la capital cubana. Hacemos esta descripción geográfica, ya que la proximidad del lugar de su nacimiento con las playas de Florida en Estados Unidos jugó un papel fundamental en su historia personal. La familia de Humberto vivía en el barrio llamado Versalles cerca de los márgenes del río Yumurí, donde la vida transcurría de una manera tranquila, entre amigos y familiares.

Del muchacho intranquilo al joven desobediente

Mientras que su padre trabajaba siempre como chofer, la madre de Humberto, Graciela, fue dependiente en una cafetería. El matrimonio tuvo cuatro hijos, de los cuales Humberto era el mayor. “Si yo recuerdo algo de esta etapa, son sobre todo mis amigos. En algún momento de mi vida quisiera volver a verlos…,” cuenta como pasaba la mayoría de su tiempo libre jugando con ellos en los alrededores de su casa.   

Los muchachos se escapaban de la escuela para bañarse y pescar en el río. “Ya saben… las cosas de los muchachos. Siempre fuimos a las cuevas, para explorar. Siempre jugábamos y nos divertíamos mucho…”, recuerda. Tras haber pasado largas horas afuera, los chicos volvían a la escuela, donde almorzaban. Los padres de los niños pagaban tanto la comida en la escuela como la ropa escolar que había que llevar puesta todos los días. “Nosotros, como éramos cuatro hermanos y todos muy intranquilos, rompíamos la ropa y los zapatos frecuentemente,” explica las complicaciones relacionadas con el mantenimiento del vestuario y las peripecias que resultaban en que Humberto tenía que ir a la escuela con zapatos rotos hasta el momento cuando la familia recibió las libretas para poder comprar unos nuevos. Sin embargo, al mismo tiempo resalta que todo eso lo veía como algo bastante normal. “Son cosas que no se han grabado mucho en mi memoria, era muy joven...” Otro recuerdo de la escuela se relaciona con los matutinos, en los cuales siempre había que gritar las consignas comunistas. “Pioneros por el comunismo: ¡Seremos como el Che!,” repite la más famosa y comenta que solo mucho después, uno se dio cuenta de que, tal vez, ser como este señor no es precisamente la mejor solución para el futuro. “Esto es seguro. Yo soy uno de ellos,” afirma.  

A medida que iba madurando, algunas de sus prioridades se cambiaron… “Todos los muchachos perseguíamos esto…,” dice sobre el deseo de tener unos jeans norteamericanos. Sin embargo, la ropa del país enemigo y la moda en general podían significar problemas con las autoridades. “Había jóvenes que les gustaba llevar el cabello largo. Los multaban. Los llevaban y los pelaban en la estación de policía. Eso era ridículo…”, comenta. Él y sus hermanos estaban considerados como desafectos al régimen cubano por su comportamiento, su manera de expresarse y sobre todo por su capacidad de sobrevivir fuera del sistema. Debido a ello fueron citados y entrevistados en la policía. “Me amenazaban con una ley que existía, que era la peligrosidad. Lo que pasa es que yo trabajaba en un campo que teníamos aquí atrás, sembraba frijoles y yuca. Vivía de lo que yo me proporcionaba, soy adicto de pescar…. Nos tenían como desafectos por eso,” explica y añade que así era capaz de alimentar tanto a su hija como a su esposa.  

En búsqueda de la libertad

La idea del diversionismo político estaba omnipresente. Los canales oficiales y los cines nunca ponían películas de los países capitalistas y Humberto sentía que algo iba mal en Cuba desde una edad bastante temprana. Ya en la escuela secundaria le molestaba la falta de libertad y la necesidad de repetir lemas y consignas todo el tiempo. Debido a ello nunca pertenecía a una célula del Partido Comunista de Cuba y no quería tener nada que ver con el régimen y sus organizaciones. “Creo que era por cuestiones de una tradición familiar y por personas que conocía y que vivían en el exterior. Hablaban de una manera completamente diferente sobre la realidad cubana,” dice.

Tras haber sido citado varias veces por el jefe del sector, Carlos Álvarez, quien le amenazaba con una condena de dos años de prisión por peligrosidad… “Ahora lo veo como hombre normal caminando por la calle…,” decidió irse del país. Con tanto hostigamiento, en la cabeza de un amigo suyo nació el plan de utilizar la balsa que Humberto tenía para irse a Estados Unidos. Los dos no pensaban mucho en todo lo que podía pasar en el mar. El día 16 de junio de 1991 se lanzaron al mar y ocho días después, el día 24 de junio de 1991, los recogió el crucero Discovery One. Durante los ocho días en el mar tuvieron que enfrentar muchas dificultades. Lo que más les preocupaba era el hambre: “Nos tuvimos que comer hasta una gaviota cruda,” recuerda.

La manera de vivir que se le mostró en los Estados Unidos lo motivó mucho. “La libertad me cautivó tanto que decidí volver a Cuba para luchar por ella,” cuenta Humberto cómo ingresó en el Partido Unidad Nacional Democrática, el PUND, en el cual militaba desde el 31 de mayo de 1993 hasta el 15 de octubre del mismo año, cuando desembarcó en Cuba. Antes de eso recibió el entrenamiento de armamento y supervivencia que duró un año y tuvo lugar cerca de la ciudad de Miami.            

El intento fracasado de crear un foco guerrillero en Cuba

El grupo de infiltración de Humberto consistía tan solo de siete personas y el objetivo principal de la misión era crear un foco guerrillero en la Sierra del Escambray. Posteriormente, con un grupo de más personas, se suponía que fueran a atacar a unidades militares por la zona, a apoderarse de un armamento y a seguir armando a los habitantes de la región. “No tiene nada que ver la desproporción que sea, ni las armas. Creo que una acción bien elaborada puede tener su fruto,” dice Humberto y hace una comparación con la lucha por la Revolución Cubana. “Los que gobiernan ahora, que mantienen una tiranía por más de 60 años, lo intentaron muchas veces y al final lo lograron, contra un ejército de Batista que estaba mucho más grande. Estoy seguro de que aquí en Cuba muchas personas se sumarían a luchar. No quiero decir que todo sea necesario por medio de la guerra. Creo que un cambio democrático significativo en Cuba puede nacer dentro de sus mismas filas, de alguien valiente que tome la iniciativa, pero la guerra no se desecha. Somos bélicos por naturaleza desde la Guerra por Independencia. Desde los indios de aquí… porque no todos fueron dóciles. Muchos fueron rebeldes y se enfrentaron a los conquistadores. Nuestra naturaleza siempre ha sido también la de tomar las armas,” resume.

Cuando cayó la noche del 13 de octubre de 1994, el grupo fue trasladado a una casa en Cayo Tavernier. Allí, los siete integrantes de la guerrilla recibieron el armamento y las instrucciones detalladas por parte del dirigente del Partido Unidad Nacional Democrática. La otra noche se embarcaron en un barco y cruzando la zona del Cayo Sal se acercaron a la costa de la provincia cubana de Villa Clara, frente a la ciudad de Sagua La Grande. La tripulación continuaba navegando por la costa hasta llegar a la localidad de Caibarién, donde desembarcaron. Cuatro miembros salieron adelante y tres, entre ellos Humberto y Armando Sosa Fortuny, se quedaron atrás. “Dentro de poco se ven las luces de un coche que viene del Cayo de Santa María.” Humberto paró el coche y mandó a los pasajeros que salieran afuera. “Yo había sido entrenado con fusiles AK-47, pero este fusil era AR-15 que es una réplica de M-16. No me percato de poner un seguro para que no se fuera un disparo. Lo que había puesto en vez de ello era un selector de ráfaga.” Esta salió cuando Humberto manipuló el fusil, lo que resultó en que uno de los pasajeros del coche recibió varias balas. “Nunca supimos si el hombre estaba vivo o muerto,” dice Humberto, quien mandó a los demás cuatro pasajeros que se tiraran al mar. “Les dije: ‘Tírense al agua o les mato a todos.’ No era mi intención. Al contrario, era para deshacernos de ellos para que no hubiera otro incidente como aquel que acababa de ocurrir,” explica Humberto, quien era el único del grupo de los infiltrados que sabía conducir autos soviéticos, pues se montó al volante. Sin embargo, poco después se produjo otro enfrentamiento, esta vez con unos guardias que tenían una camioneta aparcada en la carretera. “Uno de ellos se asomó por la ventana del lado mío. Le apunto y le digo: ‘Suelte el arma!’ Él corrió hacia atrás del auto y nos cae a tiros. Me hierre a mí en el brazo y a Sosa Fortuny en la parte de cuello. Yo tiro una ráfaga por la ventanilla y se produce un cambio de disparos,” continúa narrando. Al final, el grupo de Humberto fue detenido y trasladado a una celda en la ciudad de Caibarién. El otro día los llevaron al hospital donde a Humberto le operaron el brazo. Su hermana mayor vio todo lo sucedido en el noticiero e informó a su madre. Sin embargo, todos habían malentendido a la noticia y pensaban que a Humberto lo mataron. Cuando supieron que estaba en Villa Marista, vinieron a visitarlo – cosa que podían hacer una vez a la semana durante unos diez minutos.

El presidio, la fe y el amor de los familiares

Los interrogatorios diarios en Villa Marista ocurrían en las horas de la madrugada. El resto del tiempo lo pasaban en cuartos cerrados herméticamente con el aire acondicionado puesto a su máxima potencia. La luz dentro de la celda no se apagaba ni de día ni de noche. En estas condiciones estuvieron alrededor de un año y un mes. Después fueron repartidos por varias prisiones. Pasado un año y medio, se encontraron por la primera vez, en el juicio celebrado en abril de 1996 en Villa Clara.

Los integrantes del grupo fueron Armando Sosa Fortuny, Jesús Rodas Pineda, Miguel Díaz Bausa, José Ramón Falcón Gómez, Pedro Guizao Peña, Lázaro González Caraballo y Humberto Eladio Real Suárez.  Las condenas fueron las siguientes: Pedro Guizao Peña y Lázaro González Caraballo fueron condenados a 15 años. Jesús Rodas Pineda fue condenado a 20 años, José Ramón Falcón Gómez a 25 años y Armando Sosa Fortuny y Miguel Díaz Bausa a 30 años. Humberto fue el único condenado a muerte y trasladado directamente a la prisión de máxima seguridad Kilo 8 en Camagüey junto con Falcón Gómez, Sosa Fortuny, Rodas Pineda y Díaz Bausa. “Me decían durante todo el año que me iban a dar la pena de muerte, entonces no me cogió por sorpresa,” describe su sensación al saber la condena. Mientras que los demás compatriotas de Humberto desaparecieron del Kilo 8 pasados unos cinco años, él se quedó en esta cárcel durante 21 años, de los cuales 16 años pasó en una celda de la sección de la mayor severidad. “Son celdas de unos 1,8 metros de ancho y 3 metros de largo. La gente que pasó por esto puede relatar sobre lo que parece el infierno. No se dormían ni de día ni de noche. Eran broncas y griterías, una guerra constante. Más de veinte personas se quitaron la vida durante el tiempo que estuve allí. Gritaban que nadie los iba a matar, que antes de que este Gobierno les diera muerte, ellos mismos se mataban…”, cuenta.

La familia de Humberto no se olvidó de él y las cartas que recibía de sus padres le proporcionaban un alivio importantísimo. “Incluso mi abuela materna me escribió una carta. Una guajira del monte que apenas sabía escribir... Me dijo: ‘Mi nieto querido, sonríe, aunque el dolor te esté matando.’ Mi abuela querida… No se me olvida, esta carta la llevo en mi corazón,” recuerda Humberto que se mantenía sosegado a pesar de los conflictos que surgían a base diaria.

Uno de los detonadores fue siempre el proceso de afeitarse. Humberto se negaba a hacerlo con la misma cuchilla que antes habían utilizado otros cuarenta presos para afeitarse sus partes. Sin embargo, siempre cuando los guardias notaron que le creció el cabello, lo mandaban a afeitarse obligatoriamente. “Me esposaban, me echaban el espray en los ojos… El primer año dormía sin colchón, porque no había. Cuando me lo trajeron mis padres, no los dejaron entrar,” continúa narrando. Humberto pasó años leyendo libros y escribiendo cartas, dibujando y haciendo ejercicio. “Mi mente nunca estuvo dentro de la prisión. En mi mente yo recorría todos los campos, todos lugares que había conocido desde niño. Otros presos me preguntaban cómo mantenía tanta serenidad cuando otros se volvían locos después de tres años. Yo creía en Dios y mantenía mi mente fuera del lugar,” explica su receta para no volverse loco.

Volver a caminar por la tierra natal sin temor

Pasados 16 años de su presidio, el 20 de diciembre de 2010, lo trasladaron de Camagüey a Villa Marista. Unos días después le hicieron un nuevo juicio y la pena de muerte se conmutó a una condena de prisión de 30 años. Humberto cumplió 28 años y 15 días. Sobre algunos de los demás integrantes de su grupo no ha sabido hasta el día de hoy. Lo que sí sabe es que Sosa Fortuny murió en la cárcel y Miguel Díaz Bausa, con más de 80 años, todavía está en la cárcel. “Mi deseo es irme con mi madre a Estados Unidos, para que pueda conocer a sus nietos que nacieron allí. Sé que es peligroso, pero hasta entonces voy a seguir caminando por mi tierra natal sin temor. Mi decisión fue tomar armas, pero no dejo de reconocer los que luchan pacíficamente, son valientes también y enfrentan el peligro de muerte, como Oswaldo Payá. Me solidarizo con ellos. Tenemos que seguir luchando”, dice con decisión.   

 

 

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Humberto Eladio Real Suárez se narodil 18. února 1968 ve městě Matanzas, které se nachází na severním pobřeží Kuby, přibližně sto kilometrů od hlavního města Havany. Toto geografické vymezení uvádíme hned zkraje svědectví, protože právě blízkost, která dělila Humbertovu domovinu od pobřeží USA hraje v jeho příběhu zásadní roli. Rodina bydlela ve čtvrti Versalles poblíž břehů řeky Yumurí, kde život ubíhal klidným tempem, v rodinném prostředí a kruhu přátel a kamarádů.

Z neposedného dítěte nepoddajným mladíkem

Zatímco Humbertův otec pracoval jako řidič, jeho matka byla prodavačka v místní kavárně. Z manželství se narodily celkem čtyři děti, z nichž byl Humberto nejstarší. “Jestli si na něco z té doby dobře vzpomínám, tak jsou to hlavně moji tehdejší kamarádi. Když by to bylo jen trochu možné, ještě bych se s nimi někdy rád setkal…” vypráví o tom, jak trávil většinu svého volného času hrami s přáteli poblíž domova.

Chlapci často utíkali ze školy, aby se mohli koupat a rybařit. „Však to znáte… klukoviny. Pořád jsme zkoumali nějaké jeskyně, opravdu jsme si vyhráli…“ vzpomíná. Po dlouhých hodinách strávených venku se děti vraceli do školy, kde se mohli najíst obědů, které stejně jako školní uniformy museli financovat rodiče. „Jelikož jsme všichni sourozenci byli celkem rozverní, často jsme si potrhali oblečení nebo rozbili boty,“ popisuje komplikace, které poté museli řešit rodiče, kteří čekali dlouhé měsíce na to, až dostanou přídělové knížky a budou moci svým ratolestem opatřit nové vybavení. Kvůli tomu musel Humberto často chodit do školy v děravých botách, což ho ale tehdy příliš netrápilo. „Nedá se říct, že bych si na to nějak zvlášť dobře pamatoval. Byl jsem v té době malý kluk a měl jsem úplně jiné starosti…“ Další vzpomínka spojená s tímto obdobím se váže na přísný režim ve škole, kde se po dětech vyžadovalo, aby důsledně vykřikovaly každý den komunistická hesla. „Pionýři za komunismus. Budeme jako Che Guevara,“ opakuje to vůbec nejznámější a dodává, že až v pozdějším věku si člověk uvědomí, že být jako tato postava kubánských dějin dost možná není úplně to nejlepší řešení budoucího života. „O tom není žádných pochyb. A jsem rozhodně jedním z těch, kteří to dobře vědí,“ říká.

S tím, jak Humberto postupně dospíval, se některé jeho priority měnily, což se týkalo i zmiňovaného oblečení. „Hrozně jsme po tom všichni toužili…“, vypráví, jak si přál mít americké rifle. Nicméně, móda ze znepřátelené země mohla v té době znamenat i problémy s úřady. „Byli mezi námi tací, kteří rádi nosili třeba dlouhé vlasy. Dostávali za to pokuty. Chytali je a odváželi na policejní stanici… Úplně směšné…“ hodnotí počínání policistů Humberto. On a jeho sourozenci byli považovaní za, kulantně řečeno, problémovou mládež, a to kvůli jejich přirozenému temperamentu a touze žít mimo systém. Kvůli tomu se i oni často ocitali na policii. „Vyhrožovali mi, že mě obviní z porušování zákona, který používali pro pronásledování osob vyhodnocených jako nebezpečné pro režim. Totiž, já jsem pracoval na poli kousek za naším domem, kde jsme pěstovali fazole a juku. Tím pádem jsem mohl žít z toho, co jsem si vypěstoval. Navíc jsem vášnivý rybář. Kvůli tomu jsem byl vnímaný jako potenciálně nebezpečný,“ vysvětluje a dodává, že tímto způsobem byl schopný zajistit obživu pro svou rodinu.

Hledání svobody

Ideologické střety byly všudypřítomné. Na režimních televizních kanálech nikdy nedávali filmy z americké produkce a Humberto tak nějak přirozeně cítil, že život v téhle zemi rozhodně není tím nejlepším možným. Projevovalo se to už v mládí, kdy mu ve škole vadilo přeříkávat prorežimní hesla stále dokola až do zblbnutí. I kvůli tomu se nikdy nezařadil do žádné režimní organizace. „Myslím, že jsem to měl v krvi. Mezi příbuznými jsme měli hodně lidí, kteří žili v zahraničí. Tím pádem jsem slýchával komentáře, které byly docela jiné než to, co se zaznívalo z oficiálních kruhů,“ vysvětluje.

Poté, co ho místní poručík Carlos Álvarez několikrát povolal k výslechu, kde mu vyhrožoval dvouletým vězením kvůli jeho způsobu života… „Dnes už na něj pohlížím jako na obyčejného člověka, kterého potkávám na ulici...,“ se rozhodl pro emigraci. Vydírání ze strany režimu ho vedlo k tomu, že se společně se svým kamarádem rozhodli využít voru, který měl Humberto na rybaření, a pokusili se o plavbu přes moře do USA. Bylo 16. června roku 1991, a dva kamarádi se vydali na cestu. O osm dní později, 24. června 1991, je zachránila posádka lodi Discovery One. Během dlouhých dní na cestě se museli potýkat s mnoha nástrahami, přičemž největším problémem byl hlad. „Jednou jsme se museli uchýlit dokonce k tomu, že jsme snědli čerstvého racka,“ vzpomíná.

Způsob života, který se mu vyjevil v USA, ho velmi motivoval. „Ta svoboda mě okouzlila natolik, že jsem se rozhodl vrátit se na Kubu a bojovat za ni,“ vypráví Humberto jak se zapojil do činnosti strany Partido Unidad Nacional Democrática, jíž byl členem několik měsíců. Ještě předtím, než se vypravil zpět na Kubu, podstoupil roční vojenský výcvik a několik lekcí přežití poblíž Miami.

Neúspěšný pokus o vytvoření střediska odporu na Kubě

Skupinka, jíž byl Humbero součástí, čítala celkem sedm lidí, a jejím cílem bylo vytvoření diverzní guerrillové jednotky v pohoří Escambray. Počítalo se s tím, že po nějaké době budou schopní útočit na kubánské vojenské základny, zmocní se zbraní a s jejich pomocí vyzbrojí místní obyvatele, kteří budou bojovat proti režimu. „Myslím si, že je celkem jedno, kolik vás je a proti jak velké přesile stojíte. Když jste schopní vymyslet dobrý plán, máte šanci na úspěch,“ říká Humberto a srovnává to s bojem proti diktatuře Fulgencia Batisty. „Ti, kteří stojí v čele země teď a vládnou jí už vice než šedesát let, se o to pokoušeli hned několikrát a nakonec to dokázali. Porazili armádu, která byla mnohem početnější. Já jsem si jistý, že na Kubě je mnoho lidí, kteří by se k nám připojili. Nechci tím říkat, že jediný způsob je ozbrojený boj. Myslím si, že změna směrem k demokracii může stejně dobře vzejít od běžných lidí, pokud by někdo odvážný byl ochotný převzít iniciativu. Válku ale nelze vyloučit. Kubánci jsou ze své podstaty lidé, kteří se nebojí bojovat už od časů války za nezávislost. Ani původní obyvatelé Kuby nebyli žádní slaboši. Mnoho z nich se dokázalo postavit útlaku a bojovali proti conquistadorům. Vzít do ruky zbraň nám zkrátka není tak úplně cizí,“ shrnuje.  

Když padla noc z 13. na 14. října roku 1994, skupinka se přesunula do jednoho stavení v oblasti mysu Tavernier. Tam se sedm mužů vybavilo zbraněmi a obdrželi přesné instrukce od vedení strany Partido Unidad Nacional Democrática. Další den se po setmění nalodili na loď a kolem ostrova Cayo Sal se blížili ke kubánskému pobřeží v oblasti provincie Villa Clara, přímo k městu Sagua La Grande. Posádka se poté plavila podél pobřeží až k městu Caibarién, kde se vylodila. Čtyři z nich vyrazili napřed a tři, mezi nimiž byl i Humberto a také Armando Sosa Fortuny, postupovali ze zálohy. „Po chvíli jsme spatřili světla vozu, který se přibližoval z Cayo de Santa María.“ Humberto vůz zastavil a přikázal cestujícím, aby vystoupili z auta. „Cvičil jsem se zbraní AK-47, ale to, co jsem nakonec vyfasoval, byla AR-15, tedy replika M-16. Nedal jsem si dostatečný pozor a místo pojistky jsem nahmatal tlačítko pro automatickou palbu.“ Humberto vypálil salvu a v důsledku toho upadl na zem jeden z cestujících, který dostal hned několik kulek. „Nikdy jsem nezjistil, jestli to ten člověk přežil,“ vypráví Humberto, který následně přikázal zbylým cestujícím, aby se odklidili na pláž. „Křikl jsem na ně: ‚Vlezte do vody, nebo vás zabiju.‘ Právě tomu jsem se ale chtěl ve skutečnosti vyhnout. Chtěl jsem se jich jen zbavit, abychom se vyhnuli tomu, že se bude opakovat něco podobného jako to, co se právě odehrálo,“ vysvětluje Humberto, který byl ve skupině jediný se zkušeností s řízením aut sovětské výroby, a tak usedl za volant. Nicméně nedlouho poté došlo k dalšímu střetu, tentokrát s vojáky, kteří měli zaparkovanou dodávku na silnici. „Jeden z nich se naklonil do okénka. Namířil jsem na něj zbraň a řekl mu: ‚Odhoďte zbraň!‘ Jenže on běžel dozadu za auto a začal střílet. Trefil mě do paže a Sosa Fortuny to dostal do krku. Vypálil jsem salvu z okna a začala přestřelka,“ pokračuje ve vyprávění. Všechno skončilo zatčením všech členů diverzní skupiny a jejich převozem do cely ve městě Caibarién. Dalšího dne je odvezli do nemocnice, kde Humberto podstoupil operaci ruky. Jeho sestra viděla zprávu o jejich počínání v televizi a spravila o tom i ostatní členy Humbertovy rodiny. Ti to pochopili tak, že Humberto při akci zemřel. Když později zjistili, že je zavřený ve věznici Villa Marista, vydali se ho navštívit. Docházet za ním mohli jednou týdne na deset minut.

Vězení, víra a láska

Každodenní výslechy ve věznici Villa Marista se odehrávaly vždy v brzkých ranních hodinách. Zbylý čas trávili zadržení muži v celách, ve kterých neustále svítilo světlo bez ohledu na to, jestli byl zrovna den, nebo noc. V těchto podmínkách strávili přibližně rok a měsíc. Poté byli rozvezeni do různých věznic. Za další rok a půl se konal soud ve městě Villa Clara. Tehdy se členové skupiny poprvé znovu shledali. Byl rok 1996.

Skupinu tvořili Armando Sosa Fortuny, Jesús Rodas Pineda, Miguel Díaz Bausa, José Ramón Falcón Gómez, Pedro Guizao Peña, Lázaro González Caraballo a Humberto Eladio Real Suárez. Soud je odsoudil takto: Pedro Guizao Peña a Lázaro González Caraballo dostali 15 let. Jesús Rodas Pineda odešel s trestem 20 let odnětí svobody. José Ramón Falcón Gómez dostal 25 let a Armando Sosa Fortuny s Miguelem Díazem Bausou vyfasovali 30 let. Humberto byl jediný, který odešel od soudu s trestem smrti. Převezli ho rovnou do věznice Kilo 8 v Camagüey, společně s Fálconem Gómezem, Sosou Fortunym, Rodasem Pinedou a Díazem Bausou. „Oni mi vlastně celý ten rok předtím dávali jasně najevo, že budu odsouzen k smrti, takže to pro mě nebylo žádné velké překvapení,“ popisuje pocity, se kterými si vyslechl rozsudek. Zatímco ostatní členové skupiny během dalších pěti let z věznice Kilo 8 zmizeli, on tam zůstal dalších 21 let, z nichž celých 16 let strávil v oddělení s nejvyšší ostrahou. „Jsou to cely, které mají 1,8 metru na šířku a 3 metry na délku. Lidé, kteří tím prošli, vědí, jak vypadá peklo. Nespalo se ani ve dne, ani v noci. Neustálé rvačky a křik, neutuchající válka. Více než dvacet lidí spáchalo během doby, kdy jsem tam byl, sebevraždu. Křičeli, že dřív, než je zavraždí režim, udělají to radši sami…“ vypráví.

 Humbertova rodina ho neopouštěla ani v těchto nesmírně obtížné době. Dopisy, které mu chodily od rodičů, mu byly důležitou útěchou. „Napsala mi dokonce i moje babička. Prostá venkovanka, která uměla stěží psát… Vzkazovala mi: ‚Můj drahý vnoučku, usmívej se i přesto, že tě hubí zármutek a bolest.‘ Moje drahá babička… Nikdy na to nezapomenu, ten dopis si nosím v srdci,“ říká Humberto, kterému se jako zázrakem dařilo udržovat si zdravou mysl i přes každodenní konflikty.

Jednou z pravidelných rozbušek byl proces holení. Humberto se odmítal holit žiletkou, kterou před ním dalších čtyřicet vězňů používalo k vyholení svých intimních partií. Jenže pokaždé, když mu narostly vlasy, dozorci ho posílali, aby se povinně oholil. „Dávali mi pouta, stříkali mi do očí pepřák… První rok jsem neměl ani matraci, a když mi ji rodiče přinesli, zabavili mi ji,“ pokračuje ve svém vyprávění. Humberto trávil dlouhé roky četbou knih. Psal dopisy, maloval a cvičil. „Ve svých myšlenkách jsem nikdy za mřížemi nebyl. V duchu jsem procházel všechna místa, která jsem jako dítě navštěvoval. Ostatní se mě vyptávali, jak je to možné, že si udržuji zdravý rozum, když ostatní po pár letech upadali v šílenství. Věřil jsem v Boha a v duchu jsem byl mimo celu,“ vysvětluje svůj recept.

 Kráčet po své rodné zemi beze strachu

Po šestnácti letech vězení, dne 20. prosince 2010, ho převezli do věznice Villa Marista. Pár dní poté se konal nový soud, který mu zmírnil trest smrti na třicet let odnětí svobody. Humberto si odseděl celkem 28 let a 15 dní. Osud některých členů jeho skupiny mu dodnes zůstává neznámý. Ví jen to, že Sosa Fortuny zemřel ve vězení a Miguel Díaz Bausa, kterému je dnes přes 80 let, je stále za mřížemi. „Toužím odjet se svou matkou do USA, aby mohla poznat svá vnoučata, která se tam narodila. Vím, že je to nebezpečné, ale dokud se mi to nepodaří, budu kráčet po své rodné zemi beze strachu. Vzít do ruky zbraň bylo mé rozhodnutí. Neznamená to ale, že bych necítil obdiv k těm, kteří se rozhodli bojovat beze zbraní. Jsou to odvážní lidé, kteří čelí neustálému nebezpečí. Jde jim o krk, jako Oswaldu Payá. Soucítím s těmito lidmi. Musíme bojovat dál,“ zakončuje odhodlaně své vyprávění.

© Všechna práva vycházejí z práv projektu: Memoria de la Nación Cubana / Memory of the Cuban Nation

  • Witness story in project Memoria de la Nación Cubana / Memory of the Cuban Nation (Eva Kubátová)