“Decidimos vestirnos de blanco… ¿Por qué la ropa blanca? Porque decíamos que el dolor estaba adentro. Pues esa ropa blanca es por esa justicia, amor… Y nos íbamos a poner un detalle negro. Al principio nos poníamos una bufanda, o una cosa negra, algo más grande, llamativo, un lazo… Hasta que después fuimos perdiendo aquello y dejamos de ponernos ese detallito negro, y todo era blanco completo.”
“Moya, las primeras prisiones que tuvo, porque tuvo cuatro… Las primeras tres prisiones que tuvo, siempre lo llevaban para Agüica, Matanzas. Y mi familia son bastante pegadas allí, entonces a mis hijos los engañaba. Yo los llevaba a visita, a ver a su padre, pero les decía que era una escuela de kárate, como él siempre hacía ejercicio y eso… De que él estaba pasando un curso allí. Pero no les decía… En vez de decirles que se llamaba Agüica la prisión, les decía que se llamaba Agüita. En vez de Agüica, Agüita, les decía a mis hijos que se llamaba la prisión. Entonces no les decía que estaba preso, sino en la escuela, y bueno, los engañaba, que eso estuvo mal. Y me los cuidaba mi hermana, pero yo los llevaba a ver a su padre.”
“La seguridad del Estado empezó a decir que yo era una negra bruta y analfabeta y que yo no podía llevar a las Damas de Blanco. Ya Laura [nota editorial: Laura Pollán, la primera líder de las Damas de Blanco] se murió, ya no había nada más que hacer, se acabaron las Damas de Blanco. Me subestimaron. Y yo se lo dije a ellos al año: ‘Me subestimaron y ya llevo un año.’ Bien. Y aquí estoy."
“En el 2009 cuando decidí no trabajar, entonces ya era sólo los hijos, mi marido y el activismo como Dama de Blanco. Es fuerte. Es bien fuerte, porque todo ese tiempo... Yo tengo que agradecerle mucho a mi hermana, que me apoyaba mucho. Porque a veces yo no dormía ni en mi casa, me tenía que quedar a dormir en la casa de Laura Pollán [nota editorial: primera líder de las Damas de Blanco], o irme para otro lugar, otra provincia o algo. Y mi hermana me cuidaba a mis niños. Les hablé mucho a los niños, de la importancia de portarse bien, de ser buenos estudiantes, de ser respetuosos, de entender qué es lo que hacían sus padres, qué es lo que hacía yo, y por qué lo hacíamos. Mis hijos fueron muy comprensibles. Mis hijos lo entendieron todo. Mis hijos nunca nos reprocharon a nosotros nada. Mis hijos nos decían que éramos madre y padre ejemplares. Que su madre y su padre eran ejemplo para ellos. Lo decían y lo siguen diciendo. Entonces me parece que no teníamos que inculcarles a ellos las cosas, ellos las veían porque las sufrían. Pero sí tenías que hablarles para que entendieran. Lo entendían bien. No es fácil ser mamá, ser papá, atender a un hombre en una prisión, pero también ser activista de derechos humanos, donde por aquel entonces no teníamos muchas herramientas. Porque hoy, cuando hablo en 2018, ya tenemos un teléfono para comunicarte, puedes llamar a Radio Martí, a cualquier emisora, puedes llamar a cualquier otro país. Y en aquel entonces, no tenía esas herramientas, no podías conectarte al internet. Y nadie se enteraba para nada. Pero yo pienso que cuando uno siente amor, o hace algo por amor, las cosas no las haces tan difícil, aunque sean difíciles.”
“Entonces qué pasa… En Cuba hay doble moralidad. Viven con doble moral. Hoy te gritan y mañana se van. Hoy te gritan y mañana están en cualquier embajada para poder irse del país. Hoy te gritan y están en sus casas después, diciendo una que otra cosa de que por qué no tienen comida, por qué no tienen dinero para comprarles la ropa, los zapatos y la mochila a sus hijos… O por qué están en una parada y está colapsado el transporte y no pueden moverse. Y hablan más de la Revolución, pero lo hacen encallados en su casa. Y no lo quieren hacer en público, no quieren salir a dar el paso, cuando los llama la mal llamada Revolución. Para que no los marquen. ¿Entiendes? Pero realmente aquí en Cuba, el racismo busca eso, es para tratar de denigrarte, para tratar de ofenderte. Pero en definitiva cuenta, aunque piensen de una forma, aunque sean organizados, aunque sean financiados, aunque sean mandados, lo que sea, tenemos que darnos cuenta de que todos somos cubanos y todos somos hermanos.”
“Dios solo sabe en el camino que estoy, que es un camino correcto, y fui designada… Yo no, todas las que hemos estado en este grupo como activistas de derechos humanos y continuamos… Y cuando digo continuamos, también hablo de las que están en el exilio, cuando trataban de salir, y salieron a las calles, sin experiencia ninguna, a buscar la libertad de sus maridos. Y fue él que supo y nos puso en ese camino. Y cuando te dije, a veces yo no sé ni cuando soy esposa, ni cuando soy madre. Me parece que casi siempre estoy como activista, o defensora y promotora de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Y no en función de esposa o madre.”
No sé cuándo soy mamá y cuando soy mujer. Pero siempre soy activista de derechos humanos.
Berta Soler Fernández nació el 31 de julio de 1963 en Matanzas como la más pequeña de siete hermanos. Su infancia quedó marcada por la muerte de su padre cuando Berta tenía apenas siete años. Estudió la carrera de técnico médico en microbiología, la cual la terminó en el ciclo escolar 1980-1981. En 1984 se trasladó para La Habana, donde trabajó en un hospital gineco-obstétrico como especialista en su campo. Bajo la matrícula para trabajadores estudió en la Facultad de Farmacia, y más tarde en Bioquímica, sin embargo, sus estudios de licenciatura quedaron inconclusos. Hasta el año 2009 siguió trabajando en el hospital en La Habana, cuando se vio forzada abandonar su puesto por el seguimiento constante del régimen cubano. Desde aquel entonces, ejerce de activista de derechos humanos y líder del movimiento “Las Damas de Blanco”. Su activismo empezó ya mucho antes - cuando su esposo Ángel Moya Acosta fue condenado cuatro veces preso por ser defensor de derechos humanos, la última durante la Primavera Negra de Cuba en 2003. El esposo de Berta fue excarcelado en 2010 con otros presos políticos, y desde aquel entonces siguen luchando juntos por los derechos humanos en Cuba. Tienen dos hijos que residen en los Estados Unidos de América.