The following text is not a historical study. It is a retelling of the witness’s life story based on the memories recorded in the interview. The story was processed by external collaborators of the Memory of Nations. In some cases, the short biography draws on documents made available by the Security Forces Archives, State District Archives, National Archives, or other institutions. These are used merely to complement the witness’s testimony. The referenced pages of such files are saved in the Documents section.
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No sé cuándo soy mamá y cuando soy mujer. Pero siempre soy activista de derechos humanos.
nacida el 31 de julio de 1963 en Matanzas, Cuba
a sus siete años de edad muere su padre
estudió la carrera de técnico en microbiología
en 1984 se muda a La Habana, donde trabaja en un hospital gineco-obstétrico
en 1999 le confiesa su esposo Ángel Moya Acosta formar parte de la resistencia contra el régimen de Fidel Castro
en 2003 es arrestado su esposo por ser defensor de derechos humanos y condenado a 20 años de prisión
en 2009 abandona su trabajo en el hospital y se dedica únicamente a promover la libertad de los presos políticos en Cuba bajo la organización de Damas de Blanco
en 2010 es excarcelado su esposo
desde 2011 es líder de las Damas de Blanco
actualmente reside en La Habana y sigue luchando con su esposo Ángel Moya por los derechos humanos y la democracia en Cuba
Berta Soler Fernández nació el 31 de julio de 1963 en Matanzas como la más chiquita de siete hermanos. Su infancia quedó marcada por la muerte de su padre cuando Berta tenía apenas siete años. “Nosotros éramos caso social,” narra Berta las dificultades económicas que enfrentaba su madre, pero siempre intentado que la familia fuera feliz. Entre sus recuerdos más antiguos figura su deseo por una bicicleta, pero también el hecho de que tenía muchas muñecas “de todos tipos y colores”. En su voz resuena gratitud a su madre que le supo montar “una fiesta regular de quince años, como si no tuviéramos problemas de dinero”.
Berta estudió la carrera de técnico médico en microbiología, la cual la terminó en el ciclo escolar 1980-1981. En 1984 se trasladó para La Habana, donde trabajó en un hospital gineco-obstétrico como especialista en su campo, es decir como técnico en microbiología. Sin embargo, tenía un fuerte deseo de seguir estudiando y especializándose, por eso se apuntó bajo la matrícula para trabajadores a la Facultad de Farmacia, y en el ciclo 1984-1985 cambió levemente el rumbo de sus estudios para la licenciatura en Bioquímica. A pesar de que sus estudios quedaron inconclusos, seguía trabajando en el hospital en La Habana hasta el año 2009, cuando se vio forzada abandonar su puesto por el seguimiento constante del régimen cubano, ya que había una persona especialmente asignada para su vigilancia, pero sobre todo, porque todo eso “podía poner en riesgo la vida de muchos neonatos”, va enumerando los motivos que la hicieron terminar con lo que profesionalmente hablando llenaba su vida, “hasta lo que soy ahora, la Dama de Blanco”.
Ser la Dama de Blanco determina su vida actual, sin embargo, la base de su historia disidente va mucho más atrás, y está estrechamente unida con el enlace matrimonial que la une ya durante más de 35 años con Ángel Moya Acosta, disidente cubano y activista de derechos humanos. Se conocieron en 1982 en una fiesta popular, y seis años más tarde se casaron. Su matrimonio perduró incluso cuando su esposo se fue de militar a la misión en Angola a finales de los años 80[1], y en octubre de 1991 nació su primera hija, seguida cuatro años más tarde, en mayo de 1995, por su hijo. Hasta aquí todo parece miel sobre hojuelas, y no es un matrimonio nada fuera de lo común. Sin embargo, a principios de los años 90, el comportamiento de Moya cambió, y Berta empezó a sospechar sobre las posibles razones. Resultó que desde 1995, Moya iba cambiando su opinión sobre el régimen cubano, sobre la Revolución castrista, y poco a poco se iba involucrando con la resistencia. La base de este cambio brusco de opiniones de un exsoldado cubano se encuentra justo en su estadía en Angola, donde veía con sus propios ojos, cómo manejaba el régimen las operaciones militares, como se malgastaba el dinero, como las familias isleñas de los soldados se encontraban en pobreza, ya que el régimen no se ocupaba de ellas… Y finalmente, escuchando la Radio Martí, se iba convenciendo paulatinamente de que lo que hacía el régimen a los presos políticos, no estaba nada bien.[2]
Cuando Berta se enteró de lo que pasaba por los pensamientos de Moya, y de cómo se había incorporado a la resistencia contra Fidel Castro, en 1999, Moya la enfrentó con la realidad, diciéndole: “mira, tenemos dos hijos en común, estamos casados, estoy vinculado a un grupo opositor, soy defensor de los derechos humanos. Tú me dirás si va a continuar este matrimonio.” Para Berta fue una verdadera sorpresa, ya que “de los dos el que siempre estaba hablando mal del régimen, era yo,” recuerda. Pero el matrimonio sobrevivió incluso este momento de prueba, sin saber que lo más duro todavía los estaba esperando.
“[Moya] ya me preparó, ya que ya lo iban citando y molestando,” narra Berta Soler sobre cómo se estaba acercando el primer encarcelamiento del total de cuatro veces en la prisión de su esposo. “Para mí fue duro, tenía a mis dos hijos chiquitos,” sigue contando. “Moya, las primeras prisiones que tuvo, siempre lo llevaban para Agüica, Matanzas. Y entonces a mis hijos, los engañaba. Yo los llevaba a visita, a ver a su padre, pero les decía que era una escuela de kárate. En vez de decirles que se llamaba Agüica la prisión, les decía que se llamaba Agüita. Entonces no les decía que estaba preso, sino en la escuela, y bueno, los engañaba, que eso estuvo mal,” cuenta Berta de cómo manipulaba la verdad ante sus hijos para no hacerles daño.
Sin embargo, en 2003, cuando llegó la Primavera Negra de Cuba[3], Moya estuvo entre los 75 disidentes y activistas de derechos humanos, que fueron encarcelados. Y en este momento ya no fue posible seguir engañando a sus hijos – Moya tenía una condena de 20 años. “¿Mami, por qué nos engañaste las otras veces?,” le preguntaban los hijos a Berta. Y no les tuvo que explicar sólo a sus hijos, sino de repente también a los vecinos. Su casa estuvo sujeta a registros minuciosos por parte de la Seguridad del Estado y los vecinos se quedaban mirando, sorprendidos. “Empecé a decir que él era defensor de derechos humanos, que no era asesino, para que estuviera claro quién era él. Porque muchas personas pensaban por su comportamiento que él era militar,” explica Berta la complejidad de situación de cuando su esposo Ángel Moya dio el paso de militar que trabajaba para el Gobierno, hacia contrarrevolucionario. Encima, como bien señala Berta: “En Cuba hay doble moralidad. Viven con doble moral. Hoy te gritan y mañana se van. Hoy te gritan y mañana están en cualquier embajada para poder irse del país. Hoy te gritan y están en sus casas después, diciendo una que otra cosa de que por qué no tienen comida, por qué no tienen dinero para comprarles la ropa, los zapatos y la mochila a sus hijos…”
Y hablando de los hijos, ése fue, por supuesto, un tema que no se podía quedar fuera del debate: “Mis hijos fueron muy comprensibles. Mis hijos nunca nos reprocharon a nosotros nada. Mis hijos nos decían que éramos madre y padre ejemplares. Lo decían y lo siguen diciendo. Entonces me parece que no teníamos que inculcarles a ellos las cosas, ellos las veían porque las sufrían. Pero sí tenías que hablarles para que entendieran. Lo entendían bien,” explica Berta cómo sus hijos se acoplaron con la situación de que su padre estaba preso y que probablemente no iba a lograr salir en los próximos 20 años.
Cuando Moya llevaba siete años en la prisión, llegó el momento decisivo de Berta cuando abandonó su trabajo y se empezó a dedicar únicamente a los derechos humanos, y a luchar por la libertad de su esposo y otros presos políticos. “En el 2009 cuando decidí no trabajar, entonces ya era sólo los hijos, mi marido y el activismo como Dama de Blanco.[4] Es fuerte. Es bien fuerte, porque todo ese tiempo... Yo tengo que agradecerle mucho a mi hermana, que me apoyaba mucho. Porque a veces yo no dormía ni en mi casa, me tenía que quedar a dormir en la casa de Laura Pollán,[5] o irme para otro lugar, otra provincia o algo. Y mi hermana me cuidaba a mis niños. Les hablé mucho a los niños, de la importancia de portarse bien, de ser buenos estudiantes, de ser respetuosos, de entender qué es lo que hacían sus padres, qué es lo que hacía yo, y por qué lo hacíamos,” resume Berta.
“Decidimos vestirnos de blanco, porque decíamos que el dolor estaba adentro. Pues esa ropa blanca es por esa justicia, amor…,” explica Berta de dónde viene el nombre y el atuendo tan típico para ese movimiento por los derechos humanos. No obstante, el “momento negro” se acercaba: “el 14 de octubre de 2011 nos entregan a Laura como cadáver”.[6] La muerte de la primera líder de las Damas de Blanco era un shock para todas, pero sobre todo para Berta. “Con Laura éramos un binomio perfecto,” recuerda a su amiga. Apenas cuatro días más tarde, el 18 de octubre de 2011, las 58 Damas se encontraron en la sala de reuniones, y Berta se propuso como líder. Su propuesta fue aceptada unánimemente.
Después de la muerte de Laura Pollán, la Seguridad del Estado pensaba que las Damas de Blanco estaban acabadas. “La seguridad del Estado empezó a decir que yo era una negra bruta y analfabeta y que yo no podía llevar a las Damas de Blanco. Ya Laura se murió, ya no había nada más que hacer, se acabaron las Damas de Blanco. Me subestimaron. Y yo se lo dije a ellos al año: ‘Me subestimaron y ya llevo un año.’ Bien. Y aquí estoy,” dice con una fuerza enorme en la voz Berta. “Violencia genera violencia. Pero a nosotras no. A nosotras [las Damas de Blanco], la violencia nos hace más fuertes,” agrega.
Y en efecto, aquí sigue. Berta Soler, junto con otras 450 mujeres que forman parte de las Damas de Blanco, muchas de ellas desde el exilio. Ya han pasado 146 domingos a la fecha, que las Damas se reunieron en lugares públicos, vestidas todas en blanco, para exigir la democracia en Cuba, luchar por los derechos humanos, y por la libertad de presos políticos. “Dios solo sabe en el camino que estoy, que es un camino correcto, y que todas las que hemos estado en este grupo como activistas de derechos humanos, fuimos asignadas. Todas las que salieron a las calles, sin experiencia ninguna, a buscar la libertad de sus maridos. Y fue él que supo y nos puso en ese camino. A veces yo no sé ni cuando soy esposa, ni cuando soy madre. Me parece que casi siempre estoy como activista, o defensora y promotora de la Declaración Universal de Derechos Humanos,” termina la entrevista Berta Soler, la líder de las Damas de Blanco. Por ahora, a su lado está el excarcelado Ángel Moya, su esposo. Sus hijos están en el exilio en los EE.UU., adonde los mandaron por razones de seguridad. Y ambos siguen luchando por la libertad de Cuba: “Yo pienso que cuando uno siente amor, o hace algo por amor, las cosas no las hace tan difícil, aunque sean difíciles.”
[1] Para más información sobre su misión en Angola, véase la narración de Ángel Moya Acosta en Memory of Nations, http://www.pametnaroda.cz/witness/index/id/9103?locale=es_CU.
[2] Esta parte de la historia está basada en la narración de Ángel Moya Acosta, véase la liga anterior.
[3] La “Primavera Negra de Cuba” fue una serie de eventos en marzo de 2003, durante los cuales fueron encarcelados 75 disidentes, abogados y activistas de derechos humanos, la mayoría con una condena de 20 años o más. Después de numeras peticiones internacionales de liberarlos, una gran parte fue liberada en 2010, y los últimos en 2011. Más información sobre la Primavera Negra de Cuba por ejemplo aquí: https://www.cubanet.org/opiniones/la-primavera-negra-comenzo-en-enero-de-1959/.
[4] Páginas oficiales de las Damas de Blanco: http://www.damasdeblanco.com/.
[5] Laura Pollán: primera líder de las Damas de Blanco.
[6] Más sobre la muerte de Laura Pollán, por ejemplo aquí: https://www.cubaencuentro.com/txt/cuba/noticias/muere-laura-pollan-lider-de-las-damas-de-blanco-269368.
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Witness story in project Memoria de la Nación Cubana / Memory of the Cuban Nation (Eva Kubátová)